Claudio Alejandro Guerrero, de 37 años de edad, fue puesto en prisión tras cometer robos a mano armada e incluso confesó haber matado, consumido cocaína entre otros delitos. El hecho ocurrió en la Argentina
Recientemente se ha hecho viral tras fugarse y compartir en sus redes sociales una fotografía que lo muestra en la cama con una mujer, dándole un apasionado beso. Se trata de la mujer de su ex compañero de celda.
En una entrevista en el 2018, Alejandro confesó que su primer robo fue a los 10 años, y que a esa misma edad ya vivía en la calle y consumía cocaína. Se la pasaba arriba de trenes.
Sustraía bolsos, billeteras. Tiré muchas personas a las vías, para robarles. Al que se resistía, lo empujaba del tren. No sé si alguno habrá muerto
Según su entrevista, pasó 20 años detenido. «Yo quería morirme», dijo. «Estaba en la calle a la edad que tenía que estar en el colegio, el club y con mi familia. Lo más doloroso que viví en el tren fue ver a un nene de mi edad con su papá y su mamá. Verme en mi situación, me mató de impotencia». En el cierre, confiesa que llegó a matar. Su ingresó fue fichado como: «robo calificado y portación ilegal de arma de guerra».
Ex compañeros de pabellón revelan que el pastor Alejandro llegó a la iglesia carcelaria por negocios. Hasta hace menos de un año, era referente de los sectores 7 y 8 de la Unidad 9 de La Plata. Un «siervo de Dios», como se los llama. Su jerarquía era «evangelista». Su última causa es de octubre de 2015.
«Quería hacerte creer que era cristiano y tenía mucho contacto con los penitenciarios», cuenta un detenido. «Hacía negocios con ellos: vendía la carne que recibía para el pabellón, te cobraba las camas y lo que te puedas imaginar», habla un privado de libertad de la cárcel sobre el pastor Alejandro.
La rutina en los dos pabellones que dirigía era la siguiente: a partir de las 7 de la mañana, una hora de oración. De 9 a 10, participan de la actividad «Estudio bíblico». Luego, el «culto central». A las 13, hacen oraciones por la familia. El cierre del día es a las 18. Las peleas, las facas y las drogas están prohibidas. El que no cumple con esa norma, es expulsado de la iglesia.
El pastor Alejandro, por su jerarquía, también accedía a los talleres curriculares de la tarde: era guitarrista y cantante de la banda de música del sector evangelista. Además, participaba de cada reunión espiritual.
Los presos, en general, tienen pocos hábitos para demostrarse respeto y afecto entre pares. Las dos mayores demostraciones de confianza es la «presentación formal» de su familia y compartir el número de teléfono de sus casas y familiares.
El pastor Alejandro había formado una amistad con Javier (su nombre no es real), otro detenido de su «Monasterio». Al punto de que Javier, que había llegado por robos y se encomendó a Cristo luego de recuperarse de una enfermedad que lo llevó al filo de la muerte, le presentó a su mujer, Johanna (su nombre tampoco es real).
Alejandro, Javier y Johanna pasaron a compartir ratos los días de visita, dentro de la prisión. En mayo pasado, luego de los motines en distintas cárceles bonaerenses, Alejandro fue trasladado a la Unidad 32 de Florencio Varela. Javier se quedó en la Unidad 9. Y Alejandro, al seguir en contacto con Johanna, le pidió un favor: que le dejara fijar la dirección de su casa de José C. Paz ante su Juzgado. Ese es uno de los requisitos solicitados para los que están a punto de recibir el beneficio de la salida transitoria.
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El pastor Alejandro salió, se fue de Varela a José C. Paz y nunca más regresó. Días más tarde, compartió en su cuenta de Whatsapp una fotografía junto a la esposa de su ex compañero de celda.
La Justicia y la Policía no son los únicos que lo están buscando.
Red Uno
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