Marcela se subió a un trufi de transporte público. El conductor se dirigió a los pasajeros con una advertencia: “Guarden sus celulares”. La joven observó a su alrededor y notó que solo dos pasajeros estaban utilizando sus teléfonos. En respuesta a la alerta, uno de ellos guardó su dispositivo en su bolso, mientras que el otro lo puso en su bolsillo.
El trufi se alejó de la avenida Aroma y la calle San Martín, conocida como una “zona roja” debido a los frecuentes robos que ocurren allí. Los delincuentes a menudo se aprovechan de la oportunidad para robar teléfonos desde las ventanas de los vehículos o incluso se hacen pasar por pasajeros para cometer sus fechorías. Afortunadamente, en esta ocasión, el trufi pasó sin incidentes por esa área peligrosa.
Más adelante, después de cruzar la calle Oquendo, los pasajeros comenzaron a sacar sus teléfonos móviles para hacer llamadas, chatear o revisar las redes sociales, en señal de que habían superado la zona de peligro. Marcela, al igual que muchos otros usuarios del transporte público, ha escuchado en varias ocasiones las advertencias de los conductores de trufis, micros y taxi trufis, especialmente en la zona de La Cancha y sus alrededores.
Marcela recuerda un hecho ocurrido hace unos meses cuando un ladrón se hizo pasar por pasajero y le arrebató el teléfono a una mujer en la avenida Aroma, mientras el vehículo esperaba a más pasajeros. Todo sucedió en cuestión de segundos, y el delincuente escapó rápidamente, dejando a la víctima en estado de shock. Sin embargo, la pasajera decidió continuar su viaje resignada.
Otro incidente reciente le ocurrió a Marcela cuando abordó una movilidad cerca de la Terminal de Buses. Un hombre subió detrás de ella, pero se bajó a solo dos cuadras de distancia. El conductor compartió sus reflexiones con los pasajeros. “Ven, por eso insisto en que cuiden sus celulares. Era un ladrón que, al no poder robarles, prefirió bajarse. Estamos lidiando con ladrones”.

Marcela no solo ha sido testigo de robos, sino que también ha sido víctima de ellos. Hace un año, mientras revisaba su celular en la avenida Aroma, un hombre aprovechó la oportunidad y le arrebató el dispositivo. Sintió temor y no intentó perseguir al delincuente, sintiendo culpa por haber utilizado su teléfono en esa zona.
En otra ocasión, Marcela fue víctima del “cuento del tío”. Mientras se dirigía a la universidad, un hombre le tocó el hombro y le dijo que tenía algo en su cabello. La joven se distrajo momentáneamente y, antes de que pudiera reaccionar, el desconocido le ofreció papel higiénico para limpiarse. Esa persona se bajó de la movilidad antes de llegar a la Plaza Sucre, y casi al mismo tiempo, la universitaria se dio cuenta de que su celular ya no estaba en su bolsillo.


Marcela también vivió un tercer robo mientras viajaba con su hermano. Un hombre dejó caer varias monedas sobre ellos y pidió ayuda para recogerlas. Ella advirtió a su hermano que cuidara sus bolsillos, pero él no entendió el mensaje. El adolescente se agachó para recoger las monedas y entregó algunas al supuesto pasajero, quien rápidamente se bajó del auto. Otro usuario le informó, después de que el ladrón se fuera, que le habían robado algo. Marcela y su hermano intentaron ubicar al delincuente después de bajarse del vehículo, pero no tuvieron éxito. No denunciaron ninguno de estos incidentes a la Policía, ya que tenían pocas esperanzas de que se resolvieran.
Estas experiencias han convertido a Marcela en una persona más precavida, especialmente en zonas consideradas peligrosas. “Prefiero perder una llamada que mi teléfono”, dice. “No saco mi celular cuando estoy cerca de La Cancha. La realidad es que debemos tener precaución en todas partes, ya que los robos ocurren no solo en el transporte público, sino también en la calle o por personas en motocicletas. La situación se vuelve cada vez más peligrosa”.
Desafortunadamente, la falta de denuncias a la Policía hace que no existan estadísticas reales sobre robos en vehículos de transporte público, lo que dificulta la comprensión de la magnitud del problema. Muchas víctimas creen que las autoridades no tomarán medidas significativas, ya que los objetos robados suelen ser teléfonos, billeteras y carteras.
Los delincuentes están cada vez más audaces, y los robos continúan. Una comerciante relató un hecho violento en el que le robaron su mandil con el dinero de sus ventas cerca de la calle Punata y Lanza. El ladrón la atacó y la hizo caer, resultando en heridas en los brazos y las piernas de la mujer de la tercera edad.
Cada día se registran robos, como el caso de un hombre de la tercera edad que denunció ante la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de Cochabamba que dos personas le arrebataron su celular y dinero cerca de la parada a Colomi, en la avenida Oquendo y 9 de Abril. Aunque la víctima no pudo proporcionar una descripción detallada de los delincuentes, la Policía comenzó a trabajar en el caso.
Descuidistas, lanceros, cuenteros, jaladores, boteros y carreros acechan en las calles de Cochabamba. La Policía realiza patrullajes, especialmente en días de feria, y arresta a personas sospechosas o involucradas en robos. Sin embargo, si no hay denuncias, los sospechosos son liberados después de ocho horas.
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