A pocas semanas de iniciado el nuevo gobierno, Bolivia transita un escenario político marcado por la fragilidad institucional, la desconfianza interna y una compleja relación entre el presidente Rodrigo Paz y el vicepresidente Edmand Lara.
Analistas políticos coinciden en que la gobernabilidad se encuentra en una fase temprana, aún no consolidada, atravesada por tensiones dentro del Órgano Ejecutivo, una Asamblea Legislativa altamente fragmentada y una sociedad civil en estado de alerta frente a las primeras decisiones gubernamentales.
Para la analista Susana Bejarano, la gobernabilidad de la gestión no está ligada a su relación o trabajo con Lara, sino en las alianzas legislativas con las bancadas de Unidad y de Libertad y Democracia (Libre). Además, identificó en Paz y en dichas bancadas un “antimasismo”.
Gobernabilidad
“La gobernabilidad de Rodrigo está en el antimasismo. Es Santa Cruz que le da un respaldo muy grande, y son las élites económicas, empresariales, sociales y también de comunicación. La gobernabilidad es en contra de Lara no con Lara”, dice en entrevista con La Razón.
Por su parte, María Teresa Zegada —también analista— coincide en que el gobierno de Paz aún es percibido como débil. “Son pocas semanas de gestión y hay que darle el beneficio de la duda”, señala, pero subraya que esa debilidad inicial exige una rápida consolidación política.
En su criterio, el Presidente enfrenta el desafío urgente de fortalecer la cohesión interna del Órgano Ejecutivo, tanto en términos técnicos como políticos.
“No se trata solo de nombrar ministros —explica Zegada—, sino de lograr que realmente se pongan al servicio de un proyecto político común”.
Rodrigo Paz
La analista remarca que, sin una conducción clara y sin disciplina interna, cualquier conflicto externo se amplifica y erosiona la credibilidad del gobierno ante la ciudadanía.
A ello se suma la necesidad de construir puentes con el Órgano Legislativo. La actual Asamblea Legislativa no solo está dividida entre oficialismo y oposición, sino profundamente fragmentada dentro de cada fuerza política. “No estamos frente a bloques sólidos, sino ante tensiones incluso personales dentro de cada bancada”, apunta la analista Zegada.
En la misma línea, el analista Reymi Ferreira describe a la Asamblea como “tremendamente fraccionada, con alta inconsistencia política”.
En este contexto, advierte que los acuerdos legislativos no serán estables ni duraderos. “Probablemente veremos apoyos distintos para cada ley, negociaciones caso por caso y alianzas volátiles”, señala.
Edmand Lara
Esta dinámica coloca al Gobierno en una situación de permanente incertidumbre. “El Gobierno no puede contar con apoyos seguros, ni siquiera dentro de su propio campo político”.
Esto no solo debilita la capacidad de aprobación de leyes clave, sino que afecta la proyección de gobernabilidad a mediano plazo.
La expectativa ciudadana de que la nueva Asamblea marque un quiebre con la anterior gestión legislativa —calificada por varios analistas como “deplorable”— choca, por ahora, con una realidad marcada por disputas internas, acusaciones cruzadas y amenazas de procesos.
Uno de los focos centrales del análisis es el rol del vicepresidente Edmand Lara. Para Bejarano, su figura se ha convertido en un elemento disruptivo dentro del propio Gobierno. “Lejos de acompañar la necesidad de fortalecimiento de la gestión, está generando problemas y oponiéndose de principio a medidas que debieron haberse consensuado”, sostiene.
Asamblea Legislativa
Las recientes declaraciones de Lara, calificadas como “subidas de tono” por legisladores, provocaron reacciones inmediatas en la Asamblea, incluyendo la amenaza de iniciarle procesos. Para Ferreira, este hecho refleja “la descomposición de la relación del Vicepresidente con una parte importante de diputados y senadores”.
Si bien Lara conserva una base de seguidores importante en redes sociales y en ciertos sectores de la sociedad, su capacidad de conducción legislativa se encuentra debilitada. “El papel de dirección de la Asamblea Legislativa está muy disminuido”, afirma Bejarano. “El carisma no reemplaza las habilidades políticas ni el conocimiento legislativo”.
Zegada añade que, históricamente, Bolivia ha tenido vicepresidentes muy activos y otros prácticamente invisibles. “No es un rol automáticamente gravitante”, señala, y advierte que, si Lara continúa perdiendo credibilidad, su liderazgo tenderá a diluirse, incluso entre sus propios seguidores.
Fragilidad
Los tres analistas coinciden en que la gobernabilidad no depende exclusivamente de la relación entre presidente y vicepresidente. “Ése es un factor importante, pero no el único”, subraya Zegada.
La gobernabilidad también se construye en la relación con la sociedad civil, con los actores sindicales, vecinales, cívicos y sociales que tienen una fuerte capacidad de presión en Bolivia.
“Estamos hablando de un poder fáctico muy potente”, explica Bejarano. “Si el gobierno no dialoga y no construye acuerdos con estos sectores, puede enfrentar protestas, rechazo social y un mayor debilitamiento de su gestión”.
En ese sentido, el desafío de Paz no es solo político-institucional, sino también social. La capacidad de generar consensos, abrir espacios de diálogo y legitimar sus decisiones será clave para evitar una escalada de conflictividad.
Reconciliación
Respecto a la posibilidad de recomponer la relación entre Paz y Lara, Zegada considera que el escenario del diálogo franco y cercano se ha ido cerrando. “Al inicio se pensó que era lo más adecuado”, señala
“Pero dadas las circunstancias, esa capacidad de acercamiento es cada vez más difícil”.
En su criterio, la única salida viable podría ser una negociación política “como si se tratara de una relación entre oficialismo y oposición”. Esto implicaría pactos, concesiones y acuerdos puntuales basados en intereses mutuos, más que en afinidades personales o programáticas.
Ferreira coincide en que la incidencia real de Lara en la gobernabilidad es relativa. “Su base más importante no está en la Asamblea, sino en otros niveles de la sociedad”, afirma.
Sin embargo, recuerda que institucionalmente Lara es el nexo natural entre el Ejecutivo y el Legislativo, por lo que su rol sigue siendo clave, al menos en el diseño formal del poder.
Opositor
La figura de Lara cobró relevancia en las últimas semanas, aunque no por su liderazgo como presidente nato de la Asamblea Legislativa, sino por sus polémicas declaraciones en plena sesión bicameral.
En la reunión del pasado fin de semana, Lara llamó “delincuentes” a algunos legisladores y dijo que las cámaras de Diputados y Senadores son “una olla de corrupción”. Eso motivó los reclamos de diputados y senadores que, incluso, anunciaron procesos contra el expolicía.
Uno de ellos, es el diputado de Libre, Omar Muriel. Dijo que la actitud de Lara marca una escalada sin precedentes en el conflicto interno del oficialismo y profundiza la crisis de gobernabilidad, llevando la pugna política al terreno judicial.
Gobierno
“Hemos decidido realizar el proceso penal que corresponda hasta llegar a las últimas instancias y si tiene que hacer una retractación de sus aseveraciones, pues que lo haga en forma pública mediante una resolución judicial en la cual le obligue a decir”, dijo Muriel a los periodistas el martes, y aseguró que el proceso comenzará en enero de 2026, cuando la Asamblea retorne de sus vacaciones.
“Dicen que me van a denunciar: háganlo, voy a esperar atentamente esa situación y me voy a presentar. Y voy a asumir defensa y, es más, voy a aportar con prueba y les voy a demostrar todos los hechos de corrupción que vienen cometiendo en la Asamblea, todos los negociados que han hecho para aprobar créditos, leyes y demás cosas”, afirmó Lara en un video en TikTok, red desde que lanzó varias polémicas y usó para hacerse viral.
Mandato
Hace unos días, exactamente el 24 de diciembre, el Vicepresidente se declaró de “oposición”, aunque dijo que esa posición será “constructiva”.
“Hay gente que dice que ya no soy parte del Gobierno y soy oposición, cuánta razón tienen, soy una oposición constructiva”, afirmó Lara a través de uno de sus habituales videos subidos a las redes sociales.
Incluso, aseguró que el presidente Paz deberá aguantarlo durante los cinco años de su periodo de mandato.
Por su parte, el mandatario no se quedó callado y respondió directamente a Lara: “Yo no hago tiktoks, yo actúo, hago las cosas porque para eso me eligieron, para tomar decisiones”.
Los analistas también coinciden en que la ruptura política entre Paz y Lara no es casual, sino que viene por un binomio electoral “imporvisado”.
Otro episodio que marcó el quiebre de los mandatarios fue el Decreto Supremo 5503, que Lara rechazó con vehemencia.
La Razón









